domingo, 22 de enero de 2017

Una mirada al interior de la cultura Raute.

Aún en el siglo XXI siguen habiendo tribus que se siguen trasladando bajo juramento de la práctica nómada y se resiste a vivir en un asentamiento permanente. En este caso quiero hablar de la tribu Raute, una tribu que tiene su hogar en los campos, por donde se mueven con libertad y soltura hasta que un miembro muere, es entonces cuando se desplazan.

Por lo visto se alejan del lugar que estén habitando en ese momento para evitar malos espíritus.
Además, entierran el cadáver en posición vertical y le perforan el cráneo para permitir que su espíritu se libere. Viven como cazadores-recolectores, y se alimentan de un género de primates y de monos macacos, los langures, lo que resulta una práctica de polémica debido a que el hinduismo, religión que predomina en Nepal considera a los monos la reencarnación de Hánuman.

Son una comunidad solidaria, que se puede llevar bien con todo el mundo, pero tienen miedo a asistir a la escuela y establecerse en pueblos. Todo lo que los Raute obtienen del bosque, de los pueblos o de los mercados lo comparten con toda la tribu. No acumulan ningún tipo de propiedad que denote riqueza. Sólo son dueños de aquello que puedan cargar en la espalda de un campo a otro.
Hablan su propio idioma, el cuál es el 'Kamchi' y su estilo de vida es inquebrantable.



Sin duda alguna es de las pocas tribus nómadas que sobrevive y se resiste a la industrialización, luchando por perdurar a pesar de la deforestación y del agotamiento de recursos naturales. 
Son el ejemplo perfecto de grupo humano capaz de convivir con la naturaleza, respetando su espacio y tomando de ella sólo lo que realmente necesitan, algo que hoy por hoy prácticamente se ha olvidado, si se extinguen, el hombre moderno habrá perdido una de las pocas conexiones que le quedan con sus raíces ancestrales.



Todo esto me lleva a preguntarme. ¿Estamos realmente perdiendo nuestras raíces? La ciencia es buena, gracias a esta  hemos llegado bastante lejos, y seguiremos avanzando, pues está en continuo proceso, pero; ¿a costa de qué? Tal vez debería haber un equilibrio. Quizá deberíamos deshacernos un poco más del mundo material, pensar cuán realmente necesitamos, intentar estar más conectados con la naturaleza. Estamos en un punto de la existencia humana en la que sólo miramos hacia nuestros propios intereses, haciendo caso omiso a las futuras generaciones. Vivimos en un mundo de exceso consumismo, y en el que domina el capitalismo, estamos cegados, nos han montado el espectáculo, y nos movemos cual marionetas. ¿Realmente estamos cómodos si nos ponemos a pensar hacia donde nos dirigimos? 
Lo dejo a vuestro libre albedrío.

Por aquí dejo algunas de las imágenes capturadas por el fotógrafo Jan Moller Hansen:











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